Traducción del blog global publicado por Bertrand Deprez
Grandes ciudades bajo el agua. Olas de calor sin precedentes. Terribles tormentas. Estos son sólo algunos de los escenarios evocados por el Secretario General de la ONU, António Guterres, tras la publicación del último informe del Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) sobre el clima.
Las conclusiones de este informe no podrían ser más estremecedoras. Nos encaminamos hacia un calentamiento global de más del doble del objetivo de 1,5°C establecido en el Acuerdo de París en 2015. Para evitarlo, las emisiones de carbono deben alcanzar su punto máximo en tan solo tres años, y reducirse rápidamente a partir de ese momento.
Las entidades reguladoras de la Unión Europea están dando respuesta a este reto, en el marco del Pacto Verde, comprometiéndose a lograr la neutralidad del carbono para 2050. Con este objetivo en mente, la UE contará con el conjunto de normas y leyes más completo del mundo, para impulsar la transición ecológica.
Pero hay que hacer más, y más rápidamente. Una necesidad que se ha convertido en imperativa en el actual contexto de la subida de los precios de los combustibles fósiles.
El mundo de la energía está cambiando. La tradicional distribución centralizada y descendente está cambiando hacia un enfoque mucho más orientado al usuario final: los sistemas energéticos están cada vez más descentralizados, digitalizados y descarbonizados.
Esta transformación supone una importante oportunidad para la UE, que gasta cada día alrededor de 1.000 millones de euros en importar energía. Los responsables políticos de la UE deben analizar en detalle cómo se consume la energía, no sólo cómo se genera, se transmite y se distribuye. Esto implica proporcionar más incentivos a los usuarios finales, para que consuman de la forma más eficiente posible, minimizando el despilfarro de energía.
La eficiencia energética, un factor clave para reducir las emisiones
Descarbonizar la economía mundial implica reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y aumentar exponencialmente el uso de fuentes de energía renovables, como la solar, la eólica, la biomasa y la hidroeléctrica. Además, puesto que la electricidad es una energía más limpia y eficiente que la del petróleo y el gas, debemos seguir electrificándolo todo, desde los coches hasta la climatización.
En Europa ya se están produciendo importante cambios positivos en la producción y en la distribución de energía. Sin embargo, las energías renovables y la electrificación, por sí solas, no pueden hacer realidad el objetivo Cero Neto de la UE. La Asociación Internacional de Energías Renovables (IRENA), por ejemplo, calcula que estas medidas sólo pueden aportar el 45% de la reducción de emisiones necesaria para limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
Así que, ¿cómo podemos garantizar el uso de energías más limpias, y de la manera más eficiente posible?
Digitalización y regulación de la demanda para impulsar la eficiencia energética
Las tecnologías digitales permiten visibilizar el malgasto de la energía. Por ejemplo, al proporcionar información en tiempo real sobre los procesos de transformación y distribución, estas herramientas han contribuido a reducir de forma significativa el despilfarro energético a nivel europeo. Estas mejoras se deben, en parte, al estímulo normativo proporcionado a los operadores de redes con la Directiva de Eficiencia Energética de 2012.
Sin embargo, para acelerar la descarbonización en línea con el Pacto Verde, los responsables políticos de la UE deben estimular ulteriormente las mejoras en eficiencia en el lado de la demanda. Esto implica incitar a los consumidores, a las empresas, a los operadores de edificios, entre otros, a invertir en herramientas que ayuden a ahorrar energía.
De esta forma, los usuarios finales también podrán reducir sus costes. Por ejemplo, la tecnología de contadores inteligentes optimiza digitalmente algunos procesos, como la iluminación y el control de la temperatura, reduciendo significativamente la factura eléctrica en fábricas, viviendas, hospitales, oficinas y otro tipo de edificios.
Asimismo, mejorar la generación de energía distribuida y las tecnologías de redes inteligentes permite que los usuarios finales se conviertan también en productores de energía, o «prosumidores». En muchas zonas de la UE, por ejemplo, el exceso de energía generado por los paneles solares de los tejados puede venderse directamente a la red.
Estímulo normativo necesario
Aún se puede hacer más para fomentar la adopción de estas innovaciones. Cuando se realice de forma completa, la transposición de las medidas relacionadas con los sistemas de gestión de edificios (o BAC) incluidas en la Directiva sobre eficiencia energética de los edificios (EPBD 2018/844) podría conllevar ahorros equivalentes al 14% del consumo total de energía final de los edificios. Concretamente, para 2038, la UE ahorraría el equivalente a 46.000 millones de metros cúbicos de gas fósil, 64.000 millones de metros cúbicos (bcm) de CO2 y 36.000 millones de euros.
Asimismo, un estudio reciente del Schneider Sustainability Research Institute (SRI) estima que, en las condiciones actuales, los paneles solares en los tejados podrían suministrar hasta el 20% de la demanda total de la electricidad en Europa. Sin embargo, estos tejados siguen infrautilizados de forma crónica.
“Fit for 55” y el camino hacia una mayor eficiencia energética
La Comisión Europea publicó en 2021 “Fit for 55”, un conjunto de políticas destinadas a reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55% para 2030, dando así un paso fundamental para el Pacto Verde.
“Fit for 55” integra una revisión de las normativas y propone que los Estados miembros casi dupliquen sus obligaciones de ahorro energético anual, implementen estaciones de recarga de vehículos eléctricos (VE), introduzcan normas mínimas de rendimiento energético para los edificios y desplieguen sistemas de gestión energética en la industria, entre otras medidas. Esto convierte al «Fit for 55» en uno de los proyectos legislativos más complejos y ambiciosos jamás emprendidos por la UE, algo que analizamos en este White Paper sobre las propuestas.
Sin embargo, aún hay más oportunidades para catalizar un cambio sistémico y ascendente en la política energética de la UE. Los consumidores están impulsando la transición hacia un nuevo mundo energético sostenible, digital y electrificado. Es lo que llamamos «Electricidad 4.0«.
Las tecnologías clave están transformando la demanda de energía y proporcionando nuevos servicios a los consumidores. Invertir ya en un sistema energético inteligente y descentralizado puede impactar positivamente mucho antes del 2030. Una revisión oportuna y ambiciosa del paquete «Fit for 55» puede resultar decisiva en este proceso.
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