Para lograr el objetivo global de limitar el calentamiento global a 1.5°C se deben adoptar e integrar alternativas de baja emisión. El gas natural ofrece un paso intermedio rápido, relativamente limpio y económico en la transición de altas emisiones de CO2 a fuentes de energía renovable. Son muchas las preguntas sobre las implicaciones y beneficios de la conversión, y cada vez hay más respuestas.
¿Por qué considerar al gas natural como un paso intermedio en la transición energética? ¿Por qué no, simplemente, promover una transición masiva del carbón a las energías renovables? La respuesta, en parte, está en la naturaleza intermitente de ciertas energías renovables como la solar o la eólica, su constante necesidad de ‘backup’ para compensar las intermitencias incorporadas, y en parte por la enorme dependencia de la energía generada por hidrocarburos.
Los combustibles fósiles representan cerca del 80 % de la fuente primaria de generación de energía. El carbón es abundante en países como China o India; las reservas de petróleo siguen siendo abundantes y la tecnología hace posible más de 250 años de reservas de gas. La energía eólica o solar también tienen gran potencial de crecimiento. Sin embargo, enfrentamos una encrucijada al reconocer los efectos negativos acumulados de las emisiones de CO2 sumado al impacto del calentamiento global. Por lo que el reto es adaptar la mezcla de producción de energía y tener en cuenta los patrones de consumo, un punto directamente ligado a los productores.
Como resultado de la demanda creciente de energía, los modelos de negocio de producción están cambiando. Los usuarios de energía parecen estar listos para aceptar un cierto grado de flexibilidad en sus esquemas de consumo. En países emergentes la demanda es por una distribución más confiable y segura de energía. Además, si bien los programas y tecnologías de energía renovable se esfuerzan por fortalecer su posición como una manera de producir energía limpia, actualmente no consiguen hacerlo a escala.
¿Todos los fósiles son iguales?
Aunque carbón, petróleo y gas natural, suelen ser etiquetados conjuntamente como combustibles fósiles, estos son muy diferentes desde la perspectiva de emisiones de CO2. De hecho, el gas natural es, por mucho, la fuente más baja de emisiones de CO2 de los tres. El gas natural es también asequible a lo largo de las regiones de economías tanto desarrolladas como emergentes.
De los combustibles fósiles que suministran la mayoría de la energía global actual, el carbón es por mucho, el mayor aportante de emisiones de CO2, liberación de contaminantes y partículas.
El gas natural, si bien es un combustible fósil, produce una tasa mucho menor tanto de emisiones de CO2 como de partículas, una vez procesado. Estudios como “Transición a Gas: Una Contribución en el Camino a la Sostenibilidad”, de Schneider Electric, referente en el sector eléctrico, muestran que una transición al gas en los próximos 10 a 15 años reduciría la producción global de CO2 de un 25 %, todo mientras complementa las labores de generación de energía renovable. Comparado con el carbón, el gas natural reduce las emisiones de CO2 en ~60%, de Óxido Nitroso (NOx) por un 80%, y casi no produce Dióxido de Azufre (SO2) o mercurio. La sostenibilidad también considera otros factores, como el uso de los recursos naturales. En este caso, el gas natural es una alternativa que consume de 40- 60% menos de agua que el carbón.
Beneficios económicos y proyectos a futuro
Hoy por hoy el gas natural está ganando momentum como una opción eco-amigable. Los beneficios económicos del gas vs. carbón son contundentes. El gas natural es tanto abundante como asequible. Se proyecta que las reservas podrán cubrir las necesidades energéticas durante los siguientes 50 años. La reserva total disponible de suministro está proyectada para durar por un máximo de 100 años. Estos atributos – barato, abundante y ambientalmente beneficioso – ha impulsado un 2 % de la Tasa de Crecimiento del Componente Anual -CAGR- del gas natural, casi el doble del carbón.
En ese escenario también se necesitan innovaciones tecnológicas y regulatorias para ampliar los beneficios de reducir emisiones de CO2 por la transición a gas natural. Por ejemplo, Soluciones de Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS) para capturar las grandes cantidades de CO2 de la generación eléctrica y reinyectarse en reservorios de gas agotados o en espacios bajo tierra.
Los líderes empresariales en el mundo han alertado a los gobiernos que se necesita determinar un valor sobre las emisiones de carbono para integrarlo a sus costos operativos de cara a la planificación, ese precio podría inclinar la balanza a otras opciones ya que entre más emisiones más se tendrá que pagar.
Paralelo a proveer energía más limpia para la industria y el hogar, el gas natural está siendo adoptado paulatinamente para su uso en flotas de vehículos de servicio postal y buses municipales, mejorando así las emisiones del sector transportista. Y mientras aumenta la popularidad de los carros eléctricos, que son básicamente libres de emisiones, la pregunta está en cómo se produce la electricidad que los mueve.
Por último, quizás el argumento más robusto contra la adopción del gas natural sobre el carbón es su aparente impacto en los millones de empleos que genera esta industria. Sin embargo, las fases para la transición a fuentes renovables y de gas deberían estimular la creación de empleos en tecnología, innovación, construcción, readaptación de plantas, tuberías y su mantenimiento.
Todos los pasos del ciclo, desde la generación, la transmisión, entrega, hasta el consumo, son necesarios y complementarios para reducir el impacto de las emisiones de carbono, y la tecnología es una de las respuestas para abordar este desafío. Los hábitos tradicionales arraigados pueden superarse si los nuevos enfoques facilitan la vida. Además, las tecnologías relativamente económicas hoy por hoy hacen el consumo de energía mucho más fácil de manejar y apuntan a un mundo cada vez más sostenible y energéticamente eficiente.
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