Uno de los hitos más grandes en la historia moderna y que antecede a los edificios inteligentes, fue la revolución industrial. Esta significó el cambio de los trabajos manuales al uso de máquinas que permitieron llegar a niveles de producción nunca antes vistos.
Esto tomó un ritmo completamente distinto cuando a mediados del siglo XIX llegaron los primeros generadores. Así, por primera vez las ciudades se iluminaron haciendo que la noche ya no fuera una limitación.
En cuestión de poco más de cien años pasamos de las primeras bombillas a viajar a la luna, a construir los edificios inteligentes más grandes que se hayan visto, a cambiar viajes de días por viajes de pocas horas, e incluso logramos que las personas estén a un clic de distancia.
Sin embargo, este vertiginoso y sorprendente paso adelante no fue gratuito.
El ritmo acelerado del avance tecnológico fue de la mano de una demanda cada vez mayor de combustibles fósiles.
Esto a su vez llevó a que arrojáramos al aire gases de efecto invernadero, en niveles que este planeta no veía desde las grandes erupciones.
Podemos ver imágenes terribles de ciudades llenas de smog, fenómenos naturales como huracanes, tornados y nevadas son cada vez más fuertes.
Estamos experimentando una elevación de la temperatura en el planeta que, en caso de no hacer nada, podría tener consecuencias tan terribles como dejar a las zonas cercanas al ecuador completamente inhabitables.
Afortunadamente, el mismo ingenio que nos permitió llegar tan lejos, nos impulsa a hacer algo para revertir tan alarmante situación. Lo mejor: la tecnología necesaria ya existe.
Por un lado, tenemos la única forma de energía que se puede generar de manera sustentable: la electricidad.
Esta, acompañada de la digitalización, que a través de la comunicación, el análisis de información y la automatización nos da la posibilidad de alcanzar niveles de eficiencia, nos acerca a lo que hace unos pocos años era impensable.
¡La tecnología EXISTE!
En algo tan vital como la media tensión, contamos con innovación que analiza nuestros equipos y verifican su funcionamiento de forma óptima.
A través de sensores tanto para edificios comerciales (estadios, hoteles, oficinas, hospitales, gimnasios, etc.) como para residenciales e industrias, podemos conocer los niveles de:
- Temperatura de operación.
- Humedad.
- El estado de nuestros equipos de interrupción.
- El estado de equipos que ya no requieren el uso de aceites, o gases de efecto invernadero que, si bien son muy eficientes, pueden llegar a ser un problema para el ambiente.
En cuestión de baja tensión, a través de interruptores inteligentes podemos saber de manera precisa:
- Cuál es el estado de equipos e instalaciones.
- El nivel de armónicos.
- El nivel de consumo.
- Los incidentes.
Toda esta información se considera en la toma de decisiones, permiten reducir gastos en mantenimiento e incrementar la seguridad de las operaciones.
El punto central en esta revolución es el uso de softwares, que además de simplificar las actividades diarias, buscan potenciar (desde la etapa de diseño) el uso de los recursos.
Así, es posible evadir sobrecostes asociados a recompras, evitando desperdicios.
En la etapa de operación no nos limitamos a instalaciones de edificios nuevos.
Así como en etapas de actualización, existen soluciones para edificios que concentran la información obtenida desde el hardware, hacia herramientas que permiten:
- Prevenir fallos.
- Conocer en tiempo real las condiciones de los equipos.
- Acceder a analíticos que realizan estudios profundos sobre como ser más eficiente y sacar lo máximo de la inversión.
En conclusión, para poder contribuir a la neutralidad del carbono y reducir la temperatura de nuestro planeta, es necesario:
- Perseguir de forma constante la eficiencia
- Optimizar recursos
- Promover la electrificación, pues es la única energía que podemos conseguir de manera completamente limpia.
La tecnología para tener edificios del futuro ya existe, el objetivo inmediato debe ser implementarla.
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