Tras conocer las ventajas de la inteligencia operativa en el anterior capítulo de «Continuidad operativa sin interrupciones», es momento de entender el marco normativo que regula el diseño, instalación y mantenimiento de los SAI. En este capítulo, exploramos las principales normas técnicas que garantizan la seguridad, fiabilidad y eficiencia de estas soluciones, especialmente en entornos críticos como centros de datos o instalaciones sanitarias.
Normativa técnica de referencia
El diseño, instalación y mantenimiento de los Sistemas de Alimentación Ininterrumpida no solo responde a buenas prácticas operativas, sino que también se rige por estándares técnicos específicos que garantizan la seguridad, fiabilidad y eficiencia de estas soluciones.
Uno de los marcos normativos más relevantes es la UNE-EN 62040-1, que establece los requisitos de seguridad aplicables a los SAI. Esta norma cubre aspectos fundamentales como la protección frente a sobrecargas, aislamiento eléctrico, y medidas de seguridad para el usuario, asegurando que los equipos funcionen correctamente incluso en condiciones exigentes.

En el caso de centros de procesamiento de datos, donde la continuidad eléctrica es especialmente crítica, se aplica además la UNE-EN 50600-2-2, que regula el diseño de infraestructuras eléctricas en este tipo de instalaciones. Esta norma proporciona pautas detalladas sobre la redundancia, distribución de cargas, accesibilidad para mantenimiento y capacidad de ampliación, entre otros aspectos clave para garantizar una operatividad continua y controlada.
Conocer y aplicar estas normas no solo mejora la calidad del sistema instalado, sino que también refuerza la seguridad general de la instalación, reduce el riesgo de fallos y asegura la conformidad con los estándares exigidos en auditorías técnicas o certificaciones sectoriales.
Las interrupciones eléctricas, especialmente aquellas que se prolongan en el tiempo o afectan a gran escala, suelen revelar con crudeza las debilidades de muchas organizaciones en materia de continuidad operativa. Uno de los aprendizajes más evidentes es que muchas empresas no disponen de un plan de contingencia eléctrica documentado. Esta falta de preparación provoca respuestas improvisadas, descoordinadas y, en muchos casos, ineficaces ante un fallo del suministro.
Otro hallazgo recurrente es el mal estado de los SAI que, por ausencia de mantenimiento o por desconocimiento de su funcionamiento real, no ofrecen la autonomía esperada cuando más se necesita. Equipos que no han sido sometidos a pruebas de carga o cuya batería se encuentra degradada pueden fallar en el momento crítico, dejando sin protección sistemas que se consideraban respaldados.

Además, en hogares digitalizados o espacios de teletrabajo, las consecuencias también se hacen notar. La pérdida de conectividad, la interrupción de tareas no guardadas o el daño a dispositivos electrónicos sensibles evidencian que los entornos residenciales también requieren medidas de protección frente a cortes eléctricos. Estas experiencias ponen de relieve que la continuidad energética no es solo una cuestión empresarial, sino una necesidad transversal en todos los niveles de digitalización.
Cumplir con la normativa no solo es una obligación técnica, sino una garantía de calidad y seguridad. Aplicar estos estándares permite construir infraestructuras energéticas más robustas y preparadas para cualquier eventualidad. Descubre más aquí.
En el capítulo final, veremos qué medidas concretas pueden adoptarse para reforzar aún más la continuidad energética.

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