Los productos o servicios que eliges pueden tener un impacto importante en tus objetivos de descarbonización. Las etiquetas ecológicas es un distintivo que nos permite identificar si un producto o servicio cumple con unos determinados criterios de sostenibilidad, sin embargo, entender la huella medioambiental de un producto es complejo y puede resultar difícil saber cuan rigurosas son las afirmaciones si no conoces las asunciones y estándares en los que se basan cada una de las distintas etiquetas ecológicas y qué diferencias hay entre cada una de ellas. Te lo explicamos a continuación.
Son muchísimas las acciones que podemos llevar a cabo para mejorar la huella medioambiental de un producto a lo largo de su ciclo de vida. Desde comprar energía renovable para nuestra fábrica, diseñar los productos de forma que necesiten menos plástico, utilizando embalajes realizados a partir de materiales reciclados, etc. Pero ¿cómo saber si un producto es más sostenible que el equivalente de otro fabricante? ¿Cómo puedo conocer la huella medioambiental de todo el ciclo de vida de un producto? La respuesta está en las etiquetas ecológicas y en los estándares globales reconocidos, principalmente en las ISO.
La Etiqueta Ecológica de tipo I se rige por la ISO 14024:2018. Este tipo de etiquetas las proporciona una organización externa independiente que es quién afirma que este producto o servicio cumple con unos requisitos específicos y cualitativos medioambientales.
Son distintivos que cuentan con buena acogida entre consumidores finales y, aunque la información que nos proporcionan no es exhaustiva, nos pueden ayudar a reducir nuestra lista de candidatos cuando buscamos un producto sostenible. Sin embargo, este tipo de etiquetas pueden ser en algunos casos muy caras y pueden dejar fuera de mercado a proveedores valiosos que tengan muchos productos de categorías distintas.
Algunos ejemplos de Etiquetas Ecológicas de tipo 1 son Aenor Medio Ambiente, Energy Star, EcoLabel, etc.
La Etiqueta Ecológica tipo II, se rige por la ISO 14021:2016. Son las también conocidas como autodeclaraciones ya que es el propio fabricante quien resume los datos medioambientales de su producto sin un tercero que contraste y valide la información. Como compradores, para evaluar correctamente el impacto medioambiental, necesitaremos solicitar la documentación asociada con esta declaración.
Por último, tenemos la Etiqueta Ecológica de tipo 3, regidas por la ISO 14025. En este caso el producto o servicio dispone de una declaración ambiental (DAP, Declaración Ambiental de Producto, también conocidas como EPD por sus siglas en inglés).
La Declaración Ambiental de Producto integra todos los datos ambientales de forma cuantitativa a lo largo de todo el ciclo de vida del producto o servicio y cuenta además con la verificación de un tercero.
Las DAP facilitan enormemente la comparación del impacto medioambiental de productos equivalentes y proporcionan además la información necesaria del impacto en los alcances 1, 2 y 3 del producto o servicio.
Las etiquetas de tipo III son una herramienta clave para evaluar el impacto medioambiental de un producto. Solicitando como parte de los EPD como parte de los requisitos de un proyecto lograrás te permitirá poder disponer de toda la información que necesitas para comparar el impacto medioambiental de las distintas opciones disponibles y, a su vez, lanzarás una potente señal al ecosistema: como compañía te tomas muy en serio tu impacto medioambiental
Para dotar de mayor homogeneidad y asegurar que se reporta la misma información -y que por tanto son comparables- se incorpora la figura del operador de programa, que acostumbra a ser un grupo de empresas, agencias independientes, entes públicos o asociación, que se encargan de desarrollar, aprobar y publicar las reglas de reporte para cada categoría (PCR) y las específicas para cada producto.
En el próximo blog entraremos en más detalle en qué incluyen los EPD’s, qué debemos tener en cuenta cuando queremos hacer comparaciones entre productos y otros criterios igualmente importantes que no podemos obviar como son la durabilidad esperada del producto, la posibilidad o no de reparación y si al final del ciclo de vida se puede devolver al fabricante.
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