Recordando viejos tiempos
¿Recuerdas aquella época en la que los precios estaban en las etiquetas adjuntas a los productos y las cajas registradoras eran máquinas mecánicas grandes, torpes y sin electricidad? Algunos recordamos los días en que se podía pagar con un cheque y el comerciante no tenía forma de verificar si el cheque era bueno a menos que llamara a su banco, probablemente usando un teléfono con disco o un teléfono fijo, y hablara con una persona real.
La evolución del sistema de punto de venta electrónico (POS) llevó al comercio minorista fuera de la era de piedra, introduciendo códigos de barra y escáneres que verificaban pagos gracias a una red de datos enrutada en los equipos. Los minoristas pronto trajeron las computadoras de control de inventarios, lo que permitió un orden automatizado para mantener el stock en niveles óptimos.
Esto es sólo el comienzo
Hoy los minoristas de alta gama ya están usando sistemas de reconocimiento facial para identificar a alguien cuando ingresa a una tienda y personalizar así la experiencia de compra. Estos sistemas requieren cámaras de súper alta definición que generan toneladas de datos que requieren poderosos servidores en el sitio.
También está la realidad aumentada e incluso experiencias de compra de realidad virtual. Los compradores en un futuro no muy lejano podrán usar gafas Oculus o usar una tableta o teléfono inteligente para ver cómo se materializan los cupones de mercancía en sus dispositivos mientras navegan por la tienda.
Los videos que comparan diferentes pelotas de golf pueden aparecer instantáneamente en el dispositivo para ayudar a decidir qué pelota es mejor para el juego. Los comerciales pueden aparecer a medida que avanzas en los artículos. Cuando sacas un artículo de la estantería, puede aparecer un comercial de la competencia, tratando de atraerte para cambiar tu opinión. Tu salud personal puede incluso mejorar. Imagina que recoges un artículo en una tienda de comestibles y tu dispositivo te avisa que ese artículo contiene gluten o cacahuates, que podrían hacerte daño o incluso provocarte la muerte.
Las cosas simples ya están en su lugar
Por ejemplo, en Home Depot, puedes preguntarle a un encargado dónde encontrar algo y ellos buscarán la ubicación exacta en un dispositivo móvil. Las aplicaciones de teléfonos inteligentes como “Shops” brindan la misma capacidad a tu propio teléfono.
La realidad virtual junto con el IoT y el edge computing lleva esto al siguiente nivel con espejos inteligentes en vestuarios. Podrás probar variedades ilimitadas de ropa de cualquier color. Tiendas virtuales enteras podrían colocarse en cualquier lugar, como el estacionamiento, fuera de tu oficina, casa o apartamento, y configuradas para contener todo lo que solicites. Con tus gafas VR, puedes tener una experiencia de compra virtual en la que «caminas» por los pasillos y realizas compras que recoges en un centro de despacho de pedidos o que han sido enviadas a tu hogar.
Todo esto es posible gracias a una combinación de transmisores, sensores, cámaras y balizas del Internet de las cosas (IoT) conectadas a un centro de datos in situ en cada una de estas tiendas minoristas. Estos centros de datos en el sitio son parte de una arquitectura de computación en la nube. Estas balizas son dispositivos transmisores que emiten una señal Bluetooth LE, cuando detectan la señal Bluetooth LE de un móvil cercano, se comunican con él sin que el dueño intervenga. En función de cómo haya sido programada, la baliza podría compartir las ofertas del día, gestionar pagos, otorgar turnos para una fila, o te recuerde que no has realizado alguna tarea.
A medida que esta tecnología informática avance y el IoT prolifere, actividades tan sencillas como la experiencia de compra tradicional podría quedar tan atrás como el cheque bancario personal.
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