Un niño, probablemente indio, sentado en el interior de un tubo de cemento, que hacía las veces de hogar, con un viejo ordenador entre sus manos. Esa fue la imagen que el empresario Amuda Goueli nos proyectó a las doscientas personas que estábamos asistiendo a nuestro encuentro anual de Managers de Schneider Electric Iberia.
Era un año en el que la digitalización aún podía verse por muchas empresas y por muchos profesionales como algo lejano u opcional. En ese momento y con esa imagen, Amuda nos recordó que en el mundo había centenares de personas que veían la digitalización como su único pasaporte, su única oportunidad, para salir de la pobreza.
La democratización al acceso a la información y al conocimiento
Y es que, aunque a veces lo olvidamos, la irrupción de Internet supuso un cambio sin precedentes: por primera vez se democratizaba el acceso a la información y al conocimiento, y esta democratización abría la puerta a una mayor igualdad de oportunidades.
Si nos fijamos en nuestra realidad más cercana, esa democratización y ese acceso universal a la información también ha revolucionado el concepto de talento: hoy hay personas que pueden aportar valor a tu empresa desde el primer día, por sus conocimientos específicos, sus capacidades comerciales. Asimismo, la digitalización también permite a las empresas, por pequeñas que sean, superar barreras y encontrar nuevos modelos de negocio y crecimiento.
Son precisamente las pequeñas y medianas empresas las que más rápidamente se pueden transformar y llevar al mercado nuevas propuestas de valor; son las personas con hambre de aprender y liderar su propio desarrollo las que están cambiando la definición de talento.
El miedo a quedarse fuera
Sin embargo, a menudo, en las organizaciones cuando se habla de transformación digital, de introducir inteligencia artificial en uno u otro proceso, de automatizar las tareas repetitivas con robots, de adaptar una maquinaria para poder operarla en remoto, te encuentras con una silenciosa resistencia fruto de un legítimo miedo: ¿y si pierdo mi trabajo? ¿Y si se dan cuenta de que ya no soy necesario?
También es un temor por compartir la información y los datos. Y es que, hasta no hace mucho, la información en las compañías estaba totalmente jerarquizada, solo el CEO podía aspirar a tener una visión completa. El resto estaba fragmentado en silos, y sólo podías acceder a la información del que formabas parte.
Eso sí, esta nueva realidad requiere líderes que no escondan su propia vulnerabilidad, conscientes de que la empresa no es ellos o ellas y su conocimiento, sino lo que son capaces de lograr cuando trabajan en equipo y lo ayudan a desarrollarse. Son líderes humildes, que continúan aprendiendo, que continúan leyendo y escribiendo, que comparten sus aprendizajes y que hacen que las personas, que sus equipos, logren aquello que pensaban que era imposible.
Esta nueva realidad cambia también las relaciones dentro de la empresa, la jerarquía queda relegada por la colaboración, las estructuras necesariamente se aplanan y se rompe la dinámica cliente-proveedor, grandes y pequeños, externos e internos, para pasar a modelos más agiles y flexibles, de comunidades dinámicas, en los que todos los actores son igualmente importantes y en los que se trabaja para sumar, con una clara estrategia win-win.
No nos dejemos llevar por nuestros temores e inseguridades: la tecnología y la democratización de la información, y el acceso al conocimiento que conlleva, permiten, a escala social, aplanar la desigualdad. A escala personal, en nuestro pequeño mundo, lejos de ir en nuestra contra, representan una oportunidad inmensa de crecimiento y nos sitúa a todos en la misma línea de salida. Preparados, listos… ¡ya!
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