Una vez finalizadas las Olimpiadas de Tokio 2020, no puedo evitar sentir otra cosa que no sea admiración por la destreza, el profesionalismo y el compromiso de todos esos deportistas de élite que, más allá del resultado, han dado lo mejor de sí. Aún lo recuerdo y la adrenalina aparece por unos segundos; por ejemplo, con Adriana Cerezo, la taekwondista de tan solo 17 años que con su destreza y actitud nos trajo la primera medalla del año a España.
Sentir la adrenalina por lo que amamos
A un nivel muchísimo más amateur, pero con la misma pasión y entusiasmo, debo decir que el deporte ha sido un espacio donde he crecido mucho como persona. Mis años en el Juventud Prat han sido de los más divertidos, desafiantes y competitivos. Aun hoy, cuando pienso en qué debe tener un buen equipo, los recuerdo y encuentro las mejores enseñanzas.
Y es que del deporte he sacado muchísimas habilidades y experiencias que sin dudas me han forjado en la manera de trabajar en equipo: el compañerismo en la competición, luchar por objetivos, ayudar, competir en el buen sentido -con generosidad, legalidad y aprendiendo del contrario- y, sobre todo, a saber perder.
Formar parte de una cultura de alto rendimiento es muy parecido a lo que un deportista siente. Nos preparamos para hacer una buena carrera y, además, para sacar una buena marca. También ayudamos a los compañeros para que lo hagan. Nos entrenamos, buscamos estar al día, formarnos, leer… todo esto hace el entrenamiento de una carrera profesional.
Cuando suena la señal de inicio, nos sentimos realizados. Los nervios durante una competición son los mismos de cuando estamos a punto de lanzar un nuevo producto o proyecto por el que tanto hemos trabajado, investigado, aprendido. Es esa adrenalina la que te impulsa a realizar cosas que ni te imaginabas que podías hacer. Hay mucha gente que corre maratones y que en su día no lo veían posible. Esto es lo que generan el deporte y las ganas de superación.
Lo más importante cuando nos toca perder
Pero ¿qué pasa cuando perdemos? Pues ya lo han visto en las Olimpiadas: se pierde muchas más veces de las que se gana, y por eso es sumamente importante celebrar las pequeñas victorias, reconocer el esfuerzo y los obstáculos que vamos superando para alcanzar la meta. Son estas pequeñas victorias las que nos animan a continuar en la competición.
En este sentido, perder nos puede aportar enseñanzas clave como el aprendizaje y el respeto por el contrario. Tenemos que ser capaces de reconocer las fortalezas de nuestra competencia. Dentro del mundo empresarial, igual que en la vida personal, ninguno tiene todas las habilidades; hay empresas con más competencias, start-ups más ágiles, etc. Por eso, como en el mundo del deporte, las alianzas son fundamentales para competir mejor, nos hacen más fuertes en mercados cada día más cambiantes.
Y es que el mundo cambia, y la manera de entender los negocios hoy nos ha hecho cambiar el modo de observar a nuestra competencia. Donde antes veíamos sólo un clásico rival, un acérrimo enemigo en el que remarcábamos sus debilidades para atacar, ahora podemos ver sus fortalezas y posibilidades. En un abrir y cerrar de ojos, el contexto y la búsqueda del equipo por ser los mejores y reunir a los mejores talentos para la competición, ha hecho que ese jugador pase a ser uno de los nuestros y tal vez hasta hayamos encontrado al mejor partner de nuestro ecosistema.
Aprender a ampliar tu mirada
Permitirse ese cambio, ampliar tu mirada y ser capaz de reconocer qué jugadores necesitas para encarar los desafíos del futuro es algo que adquieres al estar rodeado de personas que realmente te ayudan a desarrollarte. Si recuerdas tu desempeño en algún deporte, no importa el que sea, te invito a que recuerdes la previa: quiénes te apoyaban y desde qué lugar… ¿Qué te decía tu entrenadora cuando querías bajar los brazos o cuando terminabas un partido derrotado? Pues estas respuestas son clave para cualquier deportista y también para los equipos de trabajo.
Porque SE JUEGA COMO SE ENTRENA, así, en mayúsculas. Al igual que en el mundo profesional, salimos al mercado con todas las habilidades que realmente hemos podido desarrollar. Necesitamos entrenar, practicar, conocer nuestros límites. No conozco a ningún deportista o profesional que haya tenido éxito sin antes haber dedicado mucho tiempo a su proyecto. Necesitamos practicar nuestros saltos de valla, caer y volver a levantarnos, analizar la jugada para saltar mejor y más alto en la competición.
Aquí, las palabras y la actitud de nuestro entrenador o manager son fundamentales para llegar al objetivo. Reconocer los estados de ánimo del equipo, acercarse del modo apropiado; el timing es indispensable. Cuántas veces lo hemos visto en los entretiempos de un partido: cambiar el estado de ánimo te puede llevar a ganar o a perder el encuentro.
¿Qué debemos esperar de un manager hoy?
Los buenos managers de hoy no te van a ordenar lo que tienes que hacer, te van a ayudar a desarrollarte, a adquirir conocimiento, a desarrollarte profesionalmente, a potenciar tus cualidades soft, porque todas las habilidades hard solo requieren entrenamiento y constancia.
Igual que los entrenadores, los managers están para potenciar a todo el colectivo, dar feedback, saber en qué momento hay que animar, reconocer, “retar”; en definitiva, potenciar las emociones de un equipo.
Os puedo asegurar que, de mis tiempos jugando en las categorías inferiores siendo infantil, cadete o juvenil, no aprendí nada de aquellos entrenadores que me echaban la bronca todo el día. En cambio, sí que recuerdo al que, en el momento adecuado, venía y me explicaba qué y cómo debía aprender en ese momento.
Entrenadores como estos últimos son el tipo de managers y colaboradores que procuramos tener en nuestros equipos dentro de Schneider Electric. Porque una cultura de alto rendimiento no puede desarrollarse sin personas que sepan reconocer los estados de ánimo de los equipos que integran, que sepan leer a sus adversarios, que aprendan de las derrotas, que celebren las pequeñas victorias. Y, sobre todo, que sean capaces de proyectar hacia el futuro y entender que, el que hoy está en el bando contrario puede convertirse mañana en un partner que nos ayude a crecer más rápido en un mundo lleno de retos e incertidumbre.
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