Este artículo fue publicado originalmente en inglés en el blog global de Schneider Electric
Mi nombre es Ivi Alejandra Hiller Vargas. Tengo 26 años, y soy egresada de la licenciatura en Administración y Estrategia de Negocios por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM en Puebla). Actualmente trabajo como Socia Comercial Senior de Recursos Humanos en Schneider Electric y soy embajadora global de LGTB+ y parte de la comunidad Global LGTB+ de Schneider Electric.
Mi historia comienza cuando aún no sabía que era lesbiana.
Yo nací en Venezuela, pero tuve que mudarme a Argentina cuando tenía 12 años por el trabajo de mis padres. Pensé que nunca volvería a hacer amigos. Fue muy difícil para mí adaptarme a la cultura argentina, pero pronto me di cuenta de que no estaba tan mal y que podía hacer amigos fácilmente. Cuatro años después, tuvimos que mudarnos de nuevo y llegamos a México. Aquí descubrí una cultura amorosa que me recibió con los brazos abiertos y me enseñó a amarlos también.
Y ese fue sólo el comienzo del viaje hacia encontrarme a mi misma.
Nací en una familia con fuertes valores familiares. Mi mamá era una madre soltera que siempre luchó para darnos a mí y a mi hermana lo mejor, especialmente en cuanto a educación. Al no contar con una figura masculina, sino una figura femenina muy fuerte y poderosa delante de mí, crecí creyendo en el poder de las mujeres y que todo es posible si lo quieres y luchas por él lo suficiente.
Con esa mentalidad, gané una beca para estudiar en la universidad que quería y estudiar el grado del que estaba enamorada. Me mudé de Veracruz a Puebla para estudiar. Luché hasta ganar otra beca para estudiar en el extranjero, donde cursé una especialidad en Marketing y Turismo en la UAM de Madrid. Y en esa constante lucha, me enamoré de diferentes personas, aunque siempre hombres, porque eso era lo «correcto». No sabía lo que era ser lesbiana. Ni siquiera sabía cómo amar a una persona del mismo género.
Siempre fui muy buena amiga de otras niñas. Siempre era muy amable, demasiado detallista y caballerosa (o gentil) con ellas, siempre consciente de ellas y siempre intentando hacerlas sentir especiales. A veces sentía un amor irracional hacia ellas, pero como no sabía que ser lesbiana era una posibilidad, sólo pensaba que estaba siendo una muy buena amiga. Y cuando tenía novio, sentía que algo me faltaba. Me sentía incompleta y mis relaciones sólo duraban algunos meses.
Cuando estaba en el segundo año de mi carrera, conocí a una niña que definitivamente cambió mi visión de la vida y del amor. Cuando me vio, inmediatamente pensó que era lesbiana. Pero yo no lo sabía. Comenzamos a salir y a hacer todo tipo de actividades juntas. La invité a mi casa una Navidad y conoció a mi familia. Yo no sabía exactamente lo que estaba pasando, hasta el momento en que me dijo: «Sé que eres como yo, y que yo soy como tú. Conozcámonos mejor y veamos qué pasa». En ese momento me di cuenta de que estaba enamorada de ella y que eso estaba bien. Que había muchas mujeres que amaban a otras mujeres y que yo era la misma persona, pero ahora me sentía completa y podía amar mucho a una persona. Me sentía verdaderamente feliz, como nunca antes, hasta que llegó el momento de decirle a mi mamá.
Recuerdo tener mucho miedo. Me juzgaba a mí misma y pensaba que era egoísta por amar a otra mujer sin pensar en lo que la sociedad diría de mí y en lo que la sociedad diría sobre mi madre. Me sentí avergonzada, pero estaba tan enamorada que decidí enfrentar la situación y hablar con mi mamá.
Recuerdo estar lista para hablar con ella, cuando me dijo: «Ten cuidado con pasar demasiado tiempo con esa niña (la chica de la que estaba enamorada, pero que a mi madre la había presentado como una amiga) porque creo que es lesbiana y ella puede confundirte, si es que aún no lo ha hecho». En ese momento me animé y le dije que estaba enamorada de ella. Que no amaba a ninguna otra mujer más que a ella y que yo era la misma hija que siempre había amado. Un silencio mortal sucedió y quince minutos después me dijo que estaba decepcionada de mi. Era domingo, así que tuve que regresar al estado en donde estudiaba y ya no hablábamos más sobre el tema. Meses después volvimos a hablar al respecto, y aunque estaba más relajada, se encontraba en una fase de negación. Pasaron años y aprendió a amarme con mi preferencia y a aceptarlo. Ahora me apoya por completo.
En mi viaje descubrí que no había nada más importante que serme fiel a mí misma. Mi familia, mis seres queridos, nadie podría decirme cómo ser yo más que yo. Así que comencé a aprender sobre la comunidad LGTB. Cuando estudiaba en Madrid, encontré una comunidad muy solidaria que me enseñó mucho sobre el tema y sobre nuestros derechos como seres humanos que aman a otros seres humanos, y me introdujo en la lucha real de la comunidad.
Comencé a trabajar en Schneider Electric en 2017 cuando terminé mi licenciatura, como recién egresada. Me incorporé a una excelente compañía con fuertes valores. Sin embargo, aún no me sentía con la suficiente confianza, por lo que decidí no decirle a nadie sobre mis preferencias. Además, comencé a trabajar en una planta de Tlaxcala, donde no había una cultura tan abierta hacia a la comunidad LGTB+ (no por parte de la empresa, sino por parte de la gente que ahí vivía). Así que, a medida que pasó el tiempo, aprendí más sobre la apertura de la empresa y comencé a contarle a algunos de mis compañeros. Aún así, algunos lo tomaron como motivo de burla, y decidí cerrarme sobre el tema y no decirle a nadie más. Seguí hablando de la comunidad LGBT+ como embajadora de diversidad e inclusión, y les enseñé sobre la comunidad LGTB+. Muchas personas comenzaron a ser más solidarias.
Para cuando salí de Tlaxcala para mudarme a una de las Plantas de Monterrey, ya todos sabían que era lesbiana y que iba a casarme, y me apoyaban.
En la Planta 6 de Monterrey, todo era muy diferente, porque la cultura era más abierta. Aquí me he sido fiel y me he desarrollado como embajadora de diversidad e inclusión, y con un equipo fuerte hemos enseñado cada vez más a nuestra gente acerca de la comunidad LGTB+.
En 2017, conocí a una mujer y mi vida dio un giro de 180°. Ella que me enseñó lo que es el verdadero amor. En ese momento, ella tenía 35 años , 11 años mayor que yo, y ya era madre de tres bellas niñas. Comenzamos a salir y un año después nos casamos. Ahora somos una hermosa familia de 5 mujeres y 2 perros, viviendo felices juntos y enseñando a las niñas a conocer nuestros derechos y los derechos de todos. Planeamos tener otro bebé y estamos llenas de vida para compartir a quienes nos rodean.
Estoy muy agradecida con mi familia, mis amigos y, especialmente, con Schneider Electric, que me ha apoyado mucho en este viaje. Schneider es una gran empresa que pone en primer lugar nuestros derechos como seres humanos e implementa campañas y políticas fuertes para ayudarnos a llevar nuestro propio yo al trabajo y a sentirnos valorados, además de contar con los mismos beneficios para nuestras familias que los que tiene una pareja heterosexual.
Espero continuar este viaje de encontrarme cada día con el apoyo de todos los que lean este relato y que también puedan encontrar en mi relato las palabras que necesitan.
Soy yo, soy ÚNICA, soy Schneider Electric.
Únete a nuestro equipo inclusivo aquí y obtén más información sobre nuestras iniciativas sobre diversidad e inclusión.
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